
Había una vez, en un lugar perfecto según la voluntad divina, un país privilegiado por Dios y considerado por muchos el paraíso aquí en la tierra,
el cual fue llamado...Venezuela y todo el que llegaba a él era arropado por la amabilidad y la nobleza de su gente, que de corazón abrían las puertas de las oportunidades a todos los que querían prosperar y disfrutar de sus bellezas.
Y llegaron tantos emigrantes (palabra jamás usada) más, fueron siempre considerados nuestros hermanos en busca de apoyo, con quienes compartimos esas preciadas amistades y a quienes nuestros lugares y gastronomía les enamoró: nuestras arepas tradicionales, las hallacas decembrinas y ese pabellón venezolano. Y tantas otras maravillas.
Jamás se le escatimo a nadie una ayuda. Pero, hablemos más de Venezuela, del país más rico del mundo; bueno, quizás hoy deba decir el país más pobre y rico del mundo, porque ese país del que hablamos anteriormente
...ya no existe.
La irrealidad que los venezolanos están viviendo actualmente no tiene nada que ver con lo que se vivió en ese entonces. De esa vida pasada solo quedan recuerdos y añoranzas en nuestros corazones. Ahora, todo se reduce a un par de maletas, a miles de sueños rotos, a un montón de esperanzas arrebatadas, a un sin fin de amargas despedidas y de familias separadas, y de demasiadas ausencias no deseadas.
ARTESANÍA VENEZOLANA
Millones de personas con tanto que aportar que dejan atrás sus familias rotas y separadas, personas talentosas, activas, con un potencial enorme e invaluable, con tantos sueños; que abandonan al país más bello y querido por todos los venezolanos. Porque venezolanos somos todos los que formamos parte de ella, sin excepciones.
Nos duele en el alma saber que millones de personas se van sin tener en ninguna parte su futuro asegurado, jóvenes, profesionales, empresarios, etc. y esos millares de hijos, esos que pensaste que siempre estarían a tu lado pero que hoy se van porque sencillamente en Venezuela no les quedó futuro.
Sin embargo, ya no es una opción, ni para los que se fueron, ni para los que se quedan, ni para los que se irán. Están obligados a irse
¿Cómo sobrevivir a esa situación insoportable?
No se van en busca de un mejor futuro, como debiera de ser; sino que lo hacen por sus hijos, por su familia, por sus vidas y para poder sobrevivir.
Nuestro país se extingue, y vemos con dolor, con impotencia, las amargas despedidas en el aeropuerto, en las fronteras, donde la meta no es otra que la de huir de la miseria, de la violencia y de la división.
Y con ellos se va nuestro progreso y millones de sueños rotos.
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